Tipos de alojamientos rurales. ¿Quién da más?

REFLEXIONES DE KOFI, EL GATO VIAJERO.

Logotipo de las posadas.
Otra más de las consecuencias del "maravilloso" estado de las autonomías es la variopinta diversidad de clasificaciones de los establecimientos hosteleros. Una diversidad que se acentúa especialmente cuando hablamos de turismo rural. Casas rurales, apartamentos turísticos, posadas, hospederías, hoteles rurales, masías, casas de poble, centros de turismo rural, cigarrales... son algunas de las denominaciones que nos podemos encontrar y bajo cuyos nombre se agrupan determinados establecimientos. Vamos, que, como no se ande uno con cuidado, cualquier día entra a pedir alojamiento a un burdel pensado que se trata de otro tipo más de alojamiento rural. 


Los puristas me dirán que cada uno de esos establecimientos tienen unas características específicas, y no seré yo quien se lo discuta. Pero sí afirmaré que en estas cosas hay que simplificar y universalizar, mal que les pese a algunos. Del mismo modo que Hotel se escribe del mismo modo en los principales idiomas, lo cual facilita mucho la vida a los viajeros, con los alojamientos rurales debería de suceder tres cuartos de lo mismo. Un mismo nombre y un mismo símbolo (como la H de hotel) y a freír espárragos tantas memeces.

Estas cosas que digo no sentarán bien a los taifas que pretenden hacer de su terruño su feudo particular, pero los ciudadanos del siglo XXI no andamos para rendir vasallaje a ningún señor. Queremos viajar y disfrutar de este mundo con las menores trabas posibles. Con este galimatías regulatorio con el que nos clasifican los alojamientos rurales no vamos en la buena dirección. No quiero ni imaginar las consecuencias de tanto particularismo aplicado a ámbitos más relevantes como son la educación o la sanidad. O quizá no hay que imaginárselo, pues ya es una realidad y podemos comprobar como este afán legislativo de las diferentes administraciones nos ha complicado la vida a los ciudadanos.

Si además intentamos ser prácticos, estaréis de acuerdo conmigo en que todo este nomenclator que se ha inventado ayuda más bien poco a vender el producto en el exterior. Claro que, tal vez por esta razón, se está implantando la costumbre de cobrar las tasas turísticas. Con ese dinero que nos requisan cada noche que pernoctamos en determinados lugares, o que pagamos generosamente al desplazarnos del aeropuerto al centro de la ciudades, sirve para poder seguir construyendo este compleja, rocambolesca y poco práctica estructura turística.

"Como no se ande uno con cuidado, cualquier día entra a pedir alojamiento a un burdel pensado que se trata de otro tipo más de alojamiento rural". 

Quizá tengamos que esperar que sean las más altas instituciones europeas las que pongan un poco de orden en todo este tinglado. Las administraciones más cercanas seguro que también podrían lograrlo, pero a la vista está que no que les da la gana. Del mismo modo que hace unos años se alcanzaron logros de altas miras -impensables años atrás- como la moneda única o el espacio comunitario común, no creo que esta tarea les suponga un gran esfuerzo.

Mientras eso sucede, si es que llega a suceder alguna vez, tendremos que seguir investigando sobre las peculiaridades de cada uno de estos establecimientos a la hora de buscar una casa rural en la que pasar un fin de semana con los amigos. Por momentos, hasta entran ganas de irse a disfrutar del sol y la playa, en cuya industria turística todo parece más sencillo.

También se echa en falta en los establecimientos rurales una clasificación en base a los servicios y su calidad. Algo así como las estrellas de los hoteles o los tenedores de los restaurantes. Es cierto que estos símbolos en ocasiones no reflejan con exactitud lo que esperamos encontrar, pero sí nos dan una imagen aproximada y bastante útil. 

Tipologías de establecimientos rurales.