Alcalá del Júcar, un lugar lleno de curiosidades.

...y que desafía las leyes de la gravedad.

Existen lugares en los que la naturaleza, caprichosa como siempre, se ha mostrado agreste en demasía. Pero el hombre, soberbio a más no poder, ha querido dominar todo fundando pueblos allá donde el sentido común recomendaba lo contrario. Uno de esos lugares es el que ocupa la localidad de Alcalá del Júcar, al norte de la provincia de Albacete. Una escarpada ladera ha servido de asiento a unas viviendas de complicado acceso pero de extraordinaria belleza.


Cuentan las crónicas locales que durante la Nochebuena de 1803 una tragedia se fraguó en Alcalá del Júcar. Un desprendimiento de rocas se llevó por delante unas cuantas viviendas y no pocas vidas humanas. Contemplando el lugar sobre el que se asienta la localidad, no hay que esforzarse demasiado en imaginarse las dimensiones de la tragedia. Pero los hombres de entonces, tan tozudos como los primeros pobladores, ante el temor de nuevos desprendimientos, lejos de abandonar el lugar, reconstruyeron los edificios destruidos. El resultado es un pueblo de gran belleza. Tal es así que forma parte de la Asociación de los Pueblos más Bonitos de España.

Panorámica de Alcalá del Júcar.
Alcalá del Júcar hay que contemplarla desde la distancia, pero también es necesario recorrer sus estrechas y empinadas callejuelas en las que posiblemente se desenvolvían con más soltura los burros de antaño que los vehículos motorizados de ahora.

Sorprende en este callejear descubrir de vez en cuando alguna chimenea a la que le falta la casa. Es así porque algunas viviendas prolongan sus dependencias por las entrañas de la montaña. Y tanto se prolongan que al otro lado de la montaña, en una inmensa pared calcárea sobre el río Júcar, sorprenden los huecos de alguna que otra ventana, o incluso la reja de algún balcón.

Interior de la Cueva del Diablo.
Para imaginarse como es este mundo subterráneo, nada mejor que visitar las Cuevas del Diablo. No son las únicas, pero parece más que recomendables su visita por el curioso personaje que las regenta y da nombre. En las oquedades interiores vemos reflejada mucho más que la personalidad del Diablo. Infinidad de cachivaches muy propios de un museo etnológico, más otros tantos de difícil catalogación, y todo ello distribuido anárquicamente, da lugar a un micromundo que no deja indiferente a sus visitantes.

Puedes prolongar tu visita acercándote a lo que, sin no poca generosidad, se llama el Museo del Cine. Lo que fuera el viejo cine de la localidad ha sido invadido por un conjunto de objetos cuyo resultado más parece el almacén de un chamarilero que un museo dedicado al séptimo arte como sugiere su nombre.

Castillo de Alcalá del Júcar
En lo más alto de Alcalá del Júcar, no sé si protegiendo a sus moradores, o amenazándoles con abalanzarse sobre los tejados de sus humildes moradas, se yergue el castillo. Una construcción tan restaurada que parece vivir una segunda juventud.

Desde sus atalayas la fortaleza ofrece unas panorámicas cenitales sobre el hocino que el río Júcar ha formado al bordear la vieja Alcalá. En ese estrecho espacio se ha desarrollado el nuevo urbanismo de una población que ha encontrado en el turismo su principal riqueza. Pensando en ese turismo que en abundancia llega los fines de semana y los puentes, se han acondicionado para su deleite las riberas del río.

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