Palacio de la Magdalena.

De veraneo regio a universidad de verano.

Palacio de la Magdalena, Santander.
El palacio santanderino de la Magdalena se ubica en un enclave privilegiado donde los haya. En alto, sobre la península que protege la bahía de Santander de los azotes del mar Cantábrico, allí se levanta con orgullosa estampa el palacio en el que otrora veraneó la familia real y que el devenir de los tiempos lo convirtió en faro de la cultura universitaria. A un lado ofrece bellas vistas sobre la cosmopolita capital cántabra, al otro lado se extiende la playa del Sardinero y todas las infraestructuras necesarias para un veraneo aristocrático. De frente, desafiando a las bravas aguas cantábricas, algún atrevido islote llama la atención sobre quienes se acercan a este romántico rincón.



Fachada del Palacio de la Magdalena, Santander.

Para conocer los orígenes de este noble edificio hay que remontarse al siglo XIX, cuando los reyes españoles tenían por costumbre veranear en esta ciudad. Tal era así que las autoridades municipales decidieron construir un palacio para que la estancia de la familia real fuera lo más cómoda posible. Con estas pretensiones se construyó a principios del siglo XX el palacio de la Magdalena que fue donado a Alfonso XIII junto a las tierras que lo rodean.
Una de las entradas al Palacio de la Magdalena, Santander.

Con la llegada de la II República, el edificio fue incautado por el nuevo régimen para albergar la Universidad Internacional. Durante los trágicos años de la guerra civil del 36, el edificio se convirtió provisionalmente en hospital. Terminada la contienda, los muros acomodaron nuevamente tareas universitarias, aunque no fue hasta 1977 cuando el Ayuntamiento de Santander adquirió nuevamente el Real Sitio de la Magdalena recuperando mediante compra lo que antaño fue donado a la Familia Real.
Escalera de acceso al Palacio de la Magdalena, Santander.

En cuanto a la corriente arquitectónica que impera en la construcción hay que decir que es un tanto indefinible y, como suele suceder en estos casos, la literatura se encarga de encasillar lo que no encaja en ningún canon arquitectónico preestablecido. Así pues, diremos a grandes rasgos que el edificio tiene ciertos aires victorianos de influencias inglesas. A partir de ahí, que cada uno adorne con los calificativos que considere más adecuados la construcción. Posiblemente existen tantos calificativos como personas intenten describirlo.
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