Las Migas, un viaje gastronómico al plato más típico de la cocina extremeña.

Curiosidades y preparación.


Las migas son un plato tradicional cuyo consumo está muy extendido por el sur y centro de la península Ibérica. Pero si en alguna lugar concreto este plato se ha convertido en un referente de la gastronomía regional, ese es, sin duda alguna, Extremadura. Su consumo está muy interiorizado entre los extremeños, no solo para el consumo propio, sino como exquisitez culinaria. Por ello no hay restaurante en la comunidad que no lo incluya con cierta relevancia en su carta.

Extremadura es la región en la que más se reverencia este plato pastoril, pero con el devenir del tiempo se ha convertido en uno de los mejor cuidados en muchos rincones de España. Esto ha dado lugar a que se puedan encontrar diferentes versiones, tanto sobre su preparación, como su presentación. No obstantes estas diferencias no son muy significativas.

En cuanto a sus orígenes también se pueden escuchar diferentes versiones. Unos afirman que es un plato que elaboraban los pastores, tras varios días en el monte, para aprovechar el pan duro que les sobraba en el zurrón de la merienda. Además, si todavía se conservaba en la casa algo de chorizo en el interior de las orzas, lo mezclaban logrando de ese modo un plato mucho más consistente. Para otros, en cambio, esta tradicional comida nos traslada a la época árabe y a la que los cristianos les añadían torreznos para distinguirla del modo en que lo preparaban árabes o judíos.

Al tratarse de un plato tradicional, existen algunas variantes en función de la zona en la que se vaya a probarlas. En algunos sitios se les añade pimentón por lo que quedan de color rojo, en otros torreznos, panceta, chorizo, sardinas... También se pueden acompañar con uvas, cerezas y más actualmente con pepino o melón.


La preparación de las migas extremeñas suele ser bastante laboriosa. Independientemente de con qué las acompañemos, su elaboración debe comenzarse  la noche anterior. Se pican las migas en pequeños trozos y se empapan en agua para que ganen esponjosidad. Este proceso debe ser moderado, pues lo que se pretende es hidratar las migas, por lo que no hay que empaparlas demasiado. De esta guisa se dejan cubiertas con un paño húmedo durante toda la noche.

Al día siguiente, cuando se van a comer, se fríe previamente en una cazuela con aceite el tocino, los ajos enteros y la panceta o cualquier otro ingrediente con el que se haya decidido acompañarlas. A continuación se incorpora el pan en la cazuela y se remueven de forma incesante hasta que presenten un aspecto dorado y se hallen sueltas. Durante el proceso se añade aceite si es necesario. 

El último paso es agregar todos los ingredientes mezclándolos con las migas. El resultado de esta tradicional receta es un plato saludable y económico que, servido junto a un buen vino, a ser posible de pitarra, se ha convertido en el rey de la gastronomía extremeña.