Orihuela, cuna de Miguel Hernández.

El oriolano más universal.
Portada barroca en Orihuela.

La ciudad alicantina de Orihuela tiene en Miguel Hernández a su hijo más ilustre. Nacido un treinta de octubre de 1910, durante el 2010, con la denominación de año hernandiano, se han celebrado en la ciudad diferentes eventos que conmemoraban el centenario de su nacimiento. Toda una Pasión por el Poeta como rezan los carteles publicitarios. Aún se conserva, y está abierta al público, la humilde casa familiar en la que residió el poeta. Sin duda alguna, es éste un motivo más que suficiente por el que merece la pena el viaje hasta estas tierras del interior alicantino.


Patio de la casa de Miguel Hernández.
Si bien es cierto que los hechos relacionados con la vida y obra del joven poeta de la generación del 27 acaparan el mayor protagonismo, no se debe pasar por alto el rico patrimonio artístico de la población. Hasta cinco monumentos nacionales podemos encontrarnos callejeando por el casco histórico. El primero de ellos es vecino de la que fuera casa del autor de las nanas de la cebolla. Nos referimos al convento de Santo Domingo, conocido como el escorial de levante por sus afinidades arquitectónicas con el Monasterio del Escorial.
Habitación de la casa de Miguel Hernández.
La catedral oriolana, a diferencia de lo que suele ocurrir con este tipo de construcciones, es un poco humilde. Tal es así que, a simple vista, el forastero puede confundirla con la iglesia de las santas Justa y Rufina. La torre y alguna de las portadas de esta última casi ganan en majestuosidad a las de la propia catedral. También llamará la atención del visitante el claustro catedralicio con dos de sus lados abiertos a la calle.
Torre de Sta. Justa y Sta. Rufina.
Callejeando por la ciudad, encontraréis numerosos edificios religiosos y varios palacios con bellas portadas. No obstante, el conjunto no ofrece entorno armonioso que cabría esperar de un Casco Histórico que fue declarado en su día Conjunto Histórico Artístico. Construcciones nuevas de dudosa estética se entremezclan con edificios de alto valor arquitectónico y otras construcciones en estado ruinoso. El resultado de tal cóctel defrauda un poco. Aún así, la visita a la ciudad merece la pena, especialmente, como decíamos al principio, por la visita a la morada de quien fue una de las mayores figuras de la literatura española de todos los tiempos.
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