Rincones literarios de Salamanca.

Imprescindibles en cualquier visita a la ciudad.

Escultura de Torrente Ballester.
Las calles de la ciudad de Salamanca han sido fuente de inspiración de algunas de las grandes obras de la literatura española, por ellas han caminado algunos de los personajes literarios más universales e incluso grandes escritores han tenido en ella su morada. Utilizando este argumento como hilo conductor, en este artículo vamos a recorrer aquellos rincones de la ciudad del Tormes que, por una u otra razón, ocupan un lugar especial en el mundo de las letras hispánicas. Como no podía ser de otro modo, esta historia la comenzaremos junto al río. Allí se emplaza el famoso berraco con el que Lázaro de Tormes y su amo ciego protagonizaron una de las más conocidas aventuras que ensalzaron al Lazaríllo como la más grande de las novelas picarescas.


Berraco citado en el Lazaríllo de Tormes.
No es una novela picaresca La Celestina, aunque tampoco le faltan ciertas dosis de picardía a la trama de esta obra literaria escrita por el bachiller Fernando de Rojas. El autor se inspiró para los tejemanejes de la vieja alcahueta en unos jardines situados a la trasera de la catedral nueva y que son conocidos como el huerto de Calixto y Melibea.
Entrada al Huerto de Calixto y Melibea.
Salamanca es célebre por su universidad y vinculados a ella están figuras tan relevantes como Fray Luis de León. Él fue el que pronunció al regresar a las aulas, tras pasar varios años en la cárcel por obra y gracia de la Santa Inquisición, aquella famosa frase de "como decíamos ayer..." Hoy se le recuerda con una estatua frente a la fachada de la Universidad. El gran Miguel de Unamuno, un de los representantes de la Generación del 98, fue rector de la Universidad salmantina y hoy en día es posible visitar su casa museo, junto a la fachada de la popular rana.
Estatua de Fray Luis de León frente a la Universidad.
En la hermosa Plaza Mayor de Salamanca era habitual ver a Gonzalo Torrente Ballester camino de la cafetería Novelty, Hoy, por razones obvias, esa imagen no la podemos ver, pero su recuerdo perdura a través de una estatua en la silla el la que se solía sentar. 

Para terminar, y a modo de anécdota, comentaré que en uno de mis últimos viajes a Salamanca, me crucé en una de sus calles con uno de los más renombrados escritores de la actualidad: Sánchez Dragó. Quizá sea una prueba más de que la ciudad todavía sigue conservando cierta dosis de empatía con la literatura.

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