Caravaca de la Cruz.

Veneración por la Cruz y el Caballo.

Fachada de la basílica.
 La localidad murciana de Caravaca de la Cruz es una de esas pocas ciudades del mundo cristiano que tienen la consideración de Ciudad Santa. La consecuencia de dicha condición es que, aunque sin tanta pomposidad como la capital compostelana, se ha convertido en un importante centro de peregrinación. A diario acuden cientos de personas hasta la basílica en la que se encuentra la reliquia del Lignum Crucis, es decir, un trozo del madero en el que fue crucificado Jesucristo y que, según la tradición fue custodiado por los Caballeros de la Orden del Temple y, posteriormente, por los Caballeros de Santiago.

Vista general de la ciudad desde la basílica de Caravaca de la Cruz.

Para alcanzar la meta de la peregrinación, hay que ascender, no sin poco esfuerzo, desde la plaza del Arco hasta la Basílica de la Santísima y Vera Cruz. Un dédalo de callejuelas estrechas y empinadas nos conducen hasta la puerta del recinto amurallado en cuyo interior se yergue el templo de bella fachada barroca. Desde este altozano se obtiene una bella vista aérea de la ciudad y las abruptas tierras que la circundan.
Cruz de Caravaca flanqueada por banderas.

En el interior del templo, tras la celebración de la misa del peregrino, estos proceden, ordenadamente,  y siguiendo las directrices del oficiante, a besar la peculiar Cruz de dos palos transversales. La reproducción de dicha Cruz, con diferente tamaño y variados materiales de orfebrería es, sin duda alguna, el recuerdo más popular. Tal es así que no pocos turistas y la gran mayoría de los peregrinos no se marcharán de estas tierras murcianas sin una de esas cruces. Se puede adquirir en alguna de las tiendas de souvenirs que abren sus puertas en la plaza del Arco y sus aledaños.
Monumento a carrera del caballo del vino.

Si bien es cierto que la fama de la Cruz y todo lo que le rodea deja en un segundo plano a cualquier otro acontecimiento, no podemos terminar esta breve crónica sin hacer referencia a la fiesta del Caballo del Vino. A principios del mes de mayo, y más concretamente el día dos, se celebra en las empinadas calles por las que se accede a la basílica una curiosa carrera de caballos. Estos, ricamente ajaezados, corren junto a los caballistas en una especie de carrera contra reloj para conseguir ascender con el menor tiempo posible hasta la explanada del alcázar. Esta fiesta, que ha sido declarada de Interés Turístico Internacional, cuenta con un museo en el que podréis conocer al fondo la tradición. Es el Museo de La Fiesta.
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