Los comentarios canallas de Turistilla.

Promociones para el turismo familiar.


Echo en falta en mis correrías viajeras por las tierras de España cierta falta de perspectiva hacia el turismo familiar por parte de museos y otras entidades similares. Como consecuencia de ello observo como familias enteras pasan de largo por la puerta de museos y monumentos. La razón es obvia. Una entrada que, en princpio no supone un incremento sustancial del coste de viaje, comienza a ser un importe a tener en cuenta cuando hablamos de cuatro o cinco miembros de la unidad familiar.

Una buena solución podría ser que, del mismo modo que se han diferenciado entradas para adultos, niños, jubilados, se ofertase la modalidad de pase familiar. Supongo que, con el tiempo esta idea se generalizará, pero hoy por hoy esta opción solo la he visto en un museo, y no precisamente en España.

Una medida en este sentido supondría un abaratamiento del acceso a las instalaciones citadas para los grupos familiares. Por otra parte, esta medida, lejos de reducir las ganancias de los museos, posiblemente las incrementarían ya que, muchas familias que ahora pasan de largo, se lo pensarían dos veces y se animarían a visitar las instalaciones. Así pues, pido una reflexión por parte de aquellas personas que tienen en su mano la posibilidad de cambiar la situación.

Otra vuelta de tuerca.

Recientemente nos ha sorprendido el Ayuntamiento de Barcelona anunciando que se va a cobrar un euro a cada turista que pernocte en la ciudad de Barcelona. Dadas las circunstancias económicas actuales y la forma de actuar de los dirigentes políticos, no tengo la menor duda de que dicha medida se va a aplicar, no solo en Barcelona, sino otras muchas ciudades españolas.

Otra cosa bien diferente es los beneficios que este nuevo impuesto puedan aportar a medio y largo plazo sobre las arcas públicas, que me temo que van a ser más bien escasos. Intuyo que con esta medida se va a lograr que el sector turístico sea un poco menos competitivo y, como consecuencia, el número de turistas disminuirá, o crecerá menos de lo que potencialmente podría crecer. Así pues, podría darse la paradoja de que, al imponer esta tasa turística, los ingresos globales por el turismo podrían disminuir.

Por otro lado quiero destacar lo retrógado de esta actuación por su similitud con viejos impuestos medievales como el Pontazgo y el Portazgo en los que se penalizaba, vía impuestos, el movimiento de las personas. En fin, tal vez con el dinero recaudado se podrán pagar pomposas campañas publicitarias (con una no disimulada dosis propagandística) para promocinar el turismo de la ciudad o de la región de turno.


La mala fama.

Planificando recientemente un viaje con unos amigos a unas cabañas rurales, nos topamos en Internet con la página de unos establecimientos que, a priori, parecían perfectos. Las imágenes que mostraba la web eran poco menos que idílicas. El precio muy aceptable. La localización, inmejorable dentro del territorio en el que nos habíamos propuesto pasar el fin de semana. Incluso puedo decir que contacté telefónicamente con el establecimiento para comprobar la disponibilidad, y el trato recibido fue correctísimo. Así pues, el destino parecía decidido.

No obstante, antes de efectuar la reserva, quise conocer la versión de otros usuarios que se hubiesen alojado con anterioridad en dichas cabañas. Dadas las características de la red, dicha tarea me resultó sencilla. En seguida me topé con unos comentarios de antiguos huéspedes que en apenas unos segundos me hicieron cambiar la idea inicial. Más todavía. Dudo que cualquiera que lea lo que yo leí, sea capaz de efectuar una reserva en ese lugar.

La conclusión que se puede sacar de esta pequeña anécdota es evidente. En todos los sectores, pero muy especialmente en el turístico, la buena fama es fundamental. Sobre todo teniendo en cuenta la capacidad de transmisión de la información a través de Internet. Para ello, cualquier empresario del sector turístico debe de cuidar hasta el extremo la atención a sus clientes, entendidos estos en el sentido más amplio que pueda darse a la palabra. Un cliente descontento te puede hacer mucho daño, dos te pueden causar pérdidas cuantiosas, tres te hunden el negocio. Por lo tanto, aquella máxima de que el cliente tiene razón, debe de grabarse de forma indeleble en la mente de cualquier empresario del sector turismo que quiera vivir de ello durante mucho tiempo.

A contracorriente.  

De todos es sobradamente sabido que el turismo es un sector extremadamente estacionalizado. Tal es así que los empresarios del sector distribuyen el calendario en temporada alta, media y baja, y ajustan los precios a cada una de dichos periodos. Estas temporadas cambiarán de unos lugares a otros dependiendo se si se trata de un destino de playa o de montaña.

Por otro lado nuestra sociedad, influenciada y conducida dócilmente por los mensajes mediáticos, ha interiorizado ciertos hábitos de los que es muy complicado zafarse. Así pues, difícilmente podremos presumir ante nuestros amigos de unas vacaciones de verano si éstas no se han remojado en las saladas aguas del mar. Esa misma uniformidad está implantándose cada vez con mayor arraigo en España -y eso que en este sentido tenemos poca tradición- con las vacaciones navideñas, aunque en este caso toca alardear de las habilidades desarrolladas en la práctica del deporte blanco.

Pues bien, lo que les sugiero aquí es tener la suficiente fortaleza anímica para poder disfrutar de la tranquilidad de los paseos marítimos en invierno o del frescor de las tardes estivales en la montaña. Además de ahorrar un buen pico en el presupuesto de las vacaciones, podréis disfrutar de placer de un invierno sin abrigo o de dormir en verano al abrigo de una mantita.



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