Palacio Real de Aranjuez.

Vivir a cuerpo de Rey.

Jardín del Parterre.
Es necesario visitar alguna de las residencias palaciegas de los pasados reyes para entender en toda su amplitud la expresión popular de "vivir a cuerpo de rey". Si la residencia en cuestión era destinada al ocio y recreo, tal como sucedía con el Real Sitio de Aranjuez, la lección será tanto más fructífera. En Aranjuez, la ostentación y lujo del palacio tenían como única finalidad el disfrute de sus moradores en épocas de descanso. De ese modo podemos ver hasta qué límites podía llegar el derroche de la corte con el único objetivo de su disfrute.

Fachada principal del Palacio Real de Aranjuez.

Ya los Reyes Católicos habían puesto su mirada en las riberas del río Tajo a su paso por Aranjuez. No obstante, hubo que esperar hasta Felipe II para que se iniciaran las obras del actual palacio. Sus sucesores se encargarían de terminarlas y decorarlas adecuadamente. Para ello no escatimaron esfuerzos para poder contar en las obras de Aranjuez con los servicios de los mejores arquitectos, escultores y pintores de la época. Fruto de todas aquellas inversiones es el conjunto que actualmente podemos disfrutar en el Real Sitio.

Los placeres reales iban más allá de los muros palaciegos. Todo palacio que se precie ha de estar rodeado por cuidados jardines por los que esparcirse. En este sentido, el Palacio Real de Aranjuez cuenta en su entorno con unos magníficos jardines que, con el paso del tiempo han ganado en porte, belleza y majestuosidad. El jardín de La Isla, el del Parterre, y sobre todo, el Jardín del Príncipe, en cuyo interior se halla la Casita del Labrador, forman un conjunto paisajístico, -en el que no faltan las fuentes monumentales- cuya belleza resulta difícil de describir. Por eso,  lo mejor es conocerlo. Otra cuestión bien diferente es ponerse de acuerdo sobre cuál es la mejor época del año para visitar estos jardines. Posiblemente es en otoño, cuando los árboles se visten de rojos y amarillos intensos, al tiempo que una inacabable alfombra de hojas cubre el suelo, cuando la belleza del lugar es sublime. Pero esto, es una opinión particular perfectamente discutible.

Fuente en los Jardines del Palacio Real de Aranjuez.

La elección de la ribera del río Tajo para la construcción de este conjunto palaciego, tampoco fue casualidad. Las aguas del río, además de ser aprovechadas para el riego de los jardines, constituían un espacio único para la navegación fluvial. Visiten el museo de Falúas y fácilmente imaginarán las deliciosas tertulias durante los paseos vespertinos del estío a bordo de esas lujosas embarcaciones. Una vez más, el dicho de vivir a cuerpo de rey en Aranjuez era una realidad tangible.
Entrada al Jardín del Príncipe.

Si van a Aranjuez desde Madrid, una buena opción es viajar en el Tren de la Fresa. Se trata de un tren de época que durante los fines de semana de buena parte del año parte de la estación de Delicias, actual Museo del Ferrocarril, hasta esta bella localidad del sur de Madrid. Toma su nombre de unos de los productos más típicos de las huertas de la vega del Tajo. En definitiva, un tren temático para guardar un buen recuerdo un viaje que se adentra en el lujo de las viejas monarquías españolas.

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