En barco por las Rías Baixas.

Un minicrucero entre bateas de mejillones.

Gaiteras amenizando el viaje.
Una actividad que aconsejo a quienes veraneen por las turísticas Rías Baixas es un paseo en barco por el interior de las rías de Vigo o Pontevedra. Hay varias empresas que organizan estos minicruceros que zarpan desde los puertos de las principales localidades. Una propuesta es partir desde el puerto de Portonovo, en la ría de Pontevedra, junto a la turística localidad de Saxenxo. De paso disfrutaréis de un ambiente en el que, pese a estos trajines turísticos, la actividad pesquera está en vigor. Así pues, veréis desde mujeres arreglando redes a pescadores descargando sus presas en la lonja.

Mujer atareada en el arreglo de unas redes para la pesca.

Independientemente de la ría que elijáis para realizar la singladura, estas aguas gallegas son, a diferencia de lo que cabría pensar, muy tranquilas. Cada una de estas dos rías está protegida en su abertura por alguna isla que, a modo de rompeolas, contiene las embestidas del Atlántico. La ría de Pontevedra está protegida por la isla de Ons, en tanto que las islas Cíes hacen lo propio con la ría de Vigo.
Catamarán turístico de las Rías Bajas.

A mitad del recorrido el barco se detendrá junto a alguna de las bateas que veréis por doquier. Un miembro de la tripulación os explicará el proceso de cría de los mejillones. Incluso podréis observar, siempre que vuestro barco tenga visión submarina, como bandades de peces se deslizan entre las cuerdas colgantes en las que se cultivan millares de mejillones. La parada se aprovecha para agasajar a los pasajeros con mejillones al vapor y, cómo no podía se de otro modo en estas tierras, vino albariño,
Demostación del arte del cultivo de mejillones en una batea.

Si tenéis la oportunidad de poder elegir un barco que incluya música de gaiteros a bordo, no lo dudéis y apuntaros a ese. Amén del tipismo del asunto, presenciaréis a bordo una metamorfosis total entre los pasajeros. Al comenzar el viaje, todos los turistas se ditribuirán a babor y estribor, cámara en mano, fotografiando los verdes paisajes de la abrupta costa gallega. Pero tras la degustación de los mejillones, y cuando el albariño comience a surtir sus efectos, los antes comedidos pasajeros comenzarán una frenética algarabía con la complacencia de unos músicos acostumbrados a estas transformaciones. 
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