Costa de Galicia.

Salvaje, encantadora, trágica, apacible, misteriosa...

Mejillones en las rocas.
Galicia fue considerada durante siglos el fin de la tierra, el finisterrre del mundo conocido. Pero al mismo tiempo estuvo unido al corazón de la cultura occidental a través de una de las arterias vitales de nuestra civilización: el camino de Santiago. Tanta personalidad tiene esta ruta cultural, que se ha convertido en una de las grandes señas de identidad de esta región. El otro gran referente gallego es su costa. Una costa bella, salvaje y, en no pocas ocasiones, trágica. Tres de las cuatro provincias que conforman esta comunidad autónoma están bañadas por el mar, puerta de partida para aquellos gallegos que emigraron al nuevo mundo en busca de una vida mejor, o fuente de subsistencia para otros muchos de los que se quedaron en la tierra que les vio nacer. Casi 1500 kilómetros de litoral que esconden muchos secretos y que describimos muy someramente en este artículo.


Comenzamos nuestro recorrido en Ribadeo, al noreste, en el punto que separa la costa gallega de la asturiana. Es la Mariña Lucense, donde encontrarás bonitas y espectaculares playas de entre las que merece la pena detenerse en la de Las Catedrales. Acantilados caprichosos se separan de las bravías aguas del cantábrico por sutiles líneas de arena. También descubrirás localidades con mucho encanto por cuyas calles te toparás con casas solariegas que ocultan, tras sus blasones, pasados gloriosos: Ribadeo, Foz, Viveiro... Si quieres conocer en profundidad esta zona, puedes reservar con Expedia.es en Ribadeo.

Una pequeña playa en la Costa gallega.
Pero hablar de la costa Gallega es, ineludiblemente, adentrarse por sus rías. Unos espacios en los que no sabemos muy bien si es el mar el que penetra en la tierra, o es la tierra la que pretende apropiarse de un pedazo de Mar. En cualquier caso, te sentirás un extraño en un mundo de peces, gaviotas y cormoranes. Betanzos, La Coruña, Vigo, o Pontevedra, son algunas de las localidades que dan nombre a otras tantas Rías que, según estén al norte o al sur de Finisterre, se las agrupa en Rías Altas o Rías Baixas.

Los pazos son una seña de identidad de los pueblos de la costa gallega.
Entre ría y ría nos encontramos cabos en los que pedazos de tierra, formando arrogantes acantilados, se muestran bellamente desafiantes ante las impetuosas aguas marinas. Finisterre, al oeste, o Estaca de Bares, al norte, quizá sean los más conocidos, pero no los únicos. En otras ocasiones son pequeños islotes, o incluso archipiélagos los que, como trozos desgajados del continente, aprovechan su aislamiento para conservar una naturaleza al margen de la destructora actividad humana. Las Islas Cíes y la Isla de Oms, ambas en las Rías Baixas, son bien conocidas.

La costa gallega está plagada de islotes.
La costa gallega también se muestra cruel e ingrata con sus propias gentes, o con forasteros cuyo trágico destino les trajo a este lugar a finiquitar su vida. Es la Costa de La Muerte, donde pescadores y mariscadores locales encuentran su medio de vida, pero también, quizá en demasiadas ocasiones, su muerte. Del mismo modo, su muerte encontraron aquí no pocos navegantes que zozobraron ante las corrientes marinas. Aun con todo, este litoral se muestra amable y encantador para el visitante.

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