Monasterio de San Juan de la Peña, en la provincia de Huesca.

Todo un icono del Alto Aragón.


Capitel de S. Juan de la Peña.
Cuando se habla del monasterio oscense de San Juan de la Peña, a todos nos viene a la memoria la estampa inconfundible del claustro románico cubierto por esa inmensa roca voladiza. La belleza y espectacularidad de esa imagen ha provocado que se haya convertido en icono casi exclusivo de todo un conjunto de construcciones y paisajes cuya relevancia no debe reducirse a las arcadas del claustro. Solo una visita pausada de todo el entorno nos hará ver y entender por qué estamos ante uno de los rincones imprescindibles de la provincia de Huesca, en el norte de Aragón.


Monasterio viejo.

Como decíamos al principio, lo más conocido de todo el conjunto es el claustro del monasterio viejo, cuyos capiteles son obra de dos artistas diferentes y muestran una extraordinaria iconografía. Pero no es lo único a lo que debemos prestar atención. Recorriendo sus dependencias encontraremos una amalgama de estilos arquitectónicos que son como un libro abierto sobre la historia del monasterio.

En la primera capilla que se construyó, de origen prerrománico, destacan las pinturas de san Cosme y san Damián. También cuenta este monasterio viejo con dos panteones, el de Nobles, más antiguo,  y el Panteón Real de estilo neoclásico. Junto al claustro románico también llama la atención, por sus diferencias arquitectónicas, la capilla gótica de san Victorián.
Claustro románico de San Juan de la Peña.

Monasterio nuevo.

Tras el incendio sufrido en el monasterio viejo en el año 1675, se tomó la decisión de buscar un nuevo emplazamiento. Fue un año después cuando se iniciaron las obras del nuevo monasterio en el llano de San Indalecio, un poco más arriba. La construcción de este monasterio nunca se completó y, lo que es peor, tras la desamortización de 1835 cayó en la ruina.

Actualmente, tras la restauración llevada a cabo por el Gobierno de Aragón, su interior alberga una hospedería de turismo y dos centros de interpretación: el del Reino de Aragón y el del Monasterio de san Juan de la Peña. Hasta este monasterio es donde hay que subir para poder sacar las entradas para visitar el viejo. Además, como la carretera de ascenso es tan estrecha, y no hay márgenes para aparcar en sus lados, con la entrada se incluye el viaje en minibús para llegar hasta la misma puerta del monasterio viejo.
Monasterio Nuevo y Hospedería de San Juan de la Peña.


Una parada obligatoria en una visita al monasterio del San Juan de la Peña es la pequeña población de Santa Cruz de la Serós, en cuyo término municipal se encuentra el monasterio. Pasear por sus empedradas calles es trasladarse al pasado. Algunos establecimientos abiertos a la sombra del éxito alcanzado por el lugar dan alojamiento y alimento al viajero, pero no deben pasarse por alto la bella estampa de los templos románicos de Santa María y el de San Caprasio.
Iglesia de Santa María en Santa Cruz de la Serós, Huesca.

Espacio Natural Protegido San Juan  de la Peña y Monte Oroel.

Ya sabemos de la inclinación que tenían los monjes en la Edad Media en retirarse a espacios naturales de especial belleza. Los fundadores de este monasterio tampoco fueron ajenos a este arraigado hábito y escogieron para su retiro un paraje espectacular. Según se sube desde Santa Cruz de la Serós, el viajero descubre la exuberante masa forestal que se despliega por estos lares. Pinos silvestres, quejigos, encinas carrascas, apenas dejan espacio para que la luz del sol llegue al suelo.

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