Real Balneario de Solán de Cabras.

Relax en la Serranía de Cuenca.

Interior del Palacio Hostelería
Enclavado en un paraje de excepcional belleza, el Real Balneario de Solán de Cabras se nos antoja como un lugar muy recomendable para desconectar del ajetreo diario. Mimetizado en lo profundo de un frondoso valle, junto a las aguas despeñadas del río Cuervo, lo único que desentona es el complejo industrial dedicado al envasado y comercialización de sus codiciadas aguas minerales. Aun con ello, los clientes de este establecimiento encuentran la paz y el sosiego que en pocos sitios se alcanza como en este recóndito ricón de la Serranía de Cuenca localizado en el municipio de Beteta.

Fuente en la que se puede beber el agua de Solán de Cabras.
En este oasis de paz, los paseos por la montaña son los  mejores alicientes para relajarse durante unos días. El mirador del Rey, o el de la Reina, son unos recorridos suves que pueden endurecerse si el paseante se atreve a realizar la ascensión que conduce hasta una cruz que domina todo este conjunto desde una considerable altura. El esfuerzo se verá recompensado con las panorámicas que desde allí se obtienen.
Una piscina exterior en la que bañarse con agua de Solán de Cabras.
En tono al Real Balneario de Solán de Cabras la naturaleza se muestra abrupta en grado extremo. Varias hoces de paredes calizas configuran una orografía sencillamente espectacular. La Hoz de Beteta es, además de la más accesible, o quizá por ello, la más conocida. Ha sido horadada por el trabajo incesante durante millones de años del río Guadiela. Al llegar las aguas del río Cuervo al balneario han dejado atrás otro cañón de grandes dimensiones: la Hoz del Cuervo. Incluso cuando ambos ríos unen sus cauces, se dirigen desbocados hacia otra tercera hoz: la de Tragavivos. Todos estos parajes ofrecen a los huéspedes del balneario rutas senderistas de diferente nivel de dificultad.
Detalle de los jardines del balneario.
La fama de las aguas minerales vienen de lejos. Tal es así, que ya en el año 1826 Fernándo VII acompañó a este lugar a su esposa, doña María Josefa Amalia de Sajonia con el objetivo de que tomando estas aguas pudiese quedar embarazada. La reina no consigió el objetivo, pero a Solán de Cabras le fue añadido lo de Real, que tanto postín le da a una marca con la que ni el más atrevido de los publicistas se hubiera atrevido a soñar.

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