Ciudad de Cáceres, patrimonio de la Humanidad.

Palacios, conventos, iglesias y murallas.

Torre en la ciudad de Cáceres.
La ciudad de Cáceres, del mismo modo que le sucede al resto de la comunidad autónoma de Extremadura, es una gran desconocida. Al menos eso se puede deducir por el  número de turistas que cada año acude hasta allí. Las autoridades competentes están intentando promocionar el turismo en la reguión y lo cierto es que, con ciudades con un patrimonio como el que tiene Cáceres, no les debe resultar complicada la tarea. No en vano, la Unesco declaró a Cáceres como Patrimonio de la Humanidad en el año 1986. Antes, en 1968, el Consejo de Europa la había declarado como el Tercer Conjunto Monumental de Europa. Justos reconocimientos para una ciudad que alberga un casco antiguo que podemos catalogar como uno de los más hermosos y mejor conservados.

Detalle de un palacio en la Ciudad de Cáceres.
Cuando los turistas suben las escaleras que desde la bella Plaza Mayor conducen hacia el Arco de la Estrella, y lo atraviesan, bien se puede decir que, sin darse cuenta, están haciendo un viaje al pasado. Un viaje a la época en la que el clero y la nobleza rivalizaban en poder. Para ello coronaban sus palacios con soberbias torres que, por circunstancias históricas posteriores, tuvieron que reducir su altura. Lo que no redujeron fue su soberbia plasmada en los blasones que decoran las pétreas fachadas.
Calle en la Ciudad de Cáceres.
Entre los palacios habría que citar los de de los Golfines, el de Abajo y el de Arriba, el Palacio de las Veletas o la Casa de los Solís. Pero son muchos más los que no citamos por no convertir el artículo en una lista aburrida. Otro tanto haremos con los edificios religiosos. Varias iglesias y conventos se concentran el el casco antiguo cacereño. Quizá la concatedral de Santa María y la iglesia de San Francisco Javier sean los más relevantes, pero no los únicos.
Escudo de una fachada del casco antiguo de Cáceres.
Mi consejo para conocer Cáceres es que os olvidéis de los nombres de los palacios e iglesias y os dediquéis a disfrutar de la infinidad de detalles que os ofrece la ciudad. Guardad el plano y callejead sin rumbo, por donde os lleve el instinto, pues siempre estaréis rodeados de palacios blasonados y calles empedradas. Disparad la cámara fotográdica a diestro y siniestro, pues motivos no os faltarán. El toque de color lo ponen las cigüeñas que coronan los puntos más elevados de la ciudad. Eso sí, recordad el punto por donde entrasteis, el Arco de la Estrella, para salir de nuevo por allí y reponer fuerzas en alguna de las terrazas de la Plaza Mayor.
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